miércoles, 9 de abril de 2014

Claudio César

Política interna. El gobierno de los libertos.
Las fuentes consideran que Claudio gobernó con acierto, apoyándose en las viejas instituciones; de ahí que solo revistiera el consulado en cuatro ocasiones, así como la censura, una magistratura ya en desuso, y rechazara el título de emperador. Abolió muchas de las medidas de Calígula, favoreciendo el regreso de los exiliados, e intentó cimentar su poder -débil debido al hecho de haber sido elegido por los pretorianos y no por los senadores, y a no pertenecer directamente a la dinastía de Augusto- mediante la exaltación de su familia, destacando el uso del nombre familiar de Germanicus, con el que fue principalmente conocido su hermano, y las continuas referencias a su padre Druso el Mayor, con lo que intentó atraerse parte de la reputación, prestigio y popularidad de ambos, junto a la divinización de su abuela Livia. De su gobierno se ha destacado principalmente el hecho de que dejara la administración del Imperio en manos de libertos imperiales, a los que Claudio consideraba más capaces y fieles que senadores y equites, ya que únicamente le debían a él su fortuna. La medida, que ya había sido ensayada bajo Calígula, situaba a cada uno de estos libertos al frente de diversas oficinas: Oficina ab epistulis  (Narciso, secretario, el más influyente de los libertos imperiales); Oficina a rationibus o secretario de finanzas (Antonio Pallante); Oficina a libellus, que atendía las peticiones al emperador (Julio Calixto); Oficina a cognitionibus , que preparaba los juicios ante el emperador; y Oficina a studis o consejero cultural (Polibio). Estos libertos hablaban y actuaban en nombre del emperador y en muchas ocasiones desempeñaron funciones anteriormente reservadas a los magistrados. En reconocimiento por su trabajo y por su lealtad, Claudio les concedió los ornamenta praetoria o consularia, las insignias de altos cargos y grandes recompensas económicas, llegándose a calcular la fortuna de Narciso en 400 millones de sestercios. La preferencia de Claudio por sus libertos en detrimento de senadores y equites, y las recompensas que concedió a los mismos, causaron un gran escándalo y generaron constantes críticas, ya que la Lex Vistilia, aprobada bajo Tiberio, prohibía a los libertos el acceso a las magistraturas, incluso municipales, a pesar de lo cual los libertos de Claudio asumían prerrogativas de altos cargos del gobierno de Roma.
En cuanto a las relaciones con el Senado, hubo una política contradictoria por parte de Claudio. Se produjo un retorno a las prácticas de Augusto, con el entendimiento y colaboración con el Senado, traslucido en el revestimiento de la censura o la importancia dada al debate libre. Pero también hubo al mismo tiempo cierta hostilidad producida por la importancia dada a los libertos imperiales, junto a otras medidas tales como castigar el absentismo, hacer las sesiones obligatorias y, sobre todo, la lectio senatus realizada por Claudio como censor, que supuso la expulsión del Senado de varios de sus miembros para ser sustituidos por otros nombrados por Claudio, principalmente provinciales.
Economía y Religión.
En economía, continúa la división entre el fiscus Caesaris y el Aerarium; el primero, bajo control de Pallante, recibía las contribuciones provinciales, mientras que el Aerarium estaba supervisado por el Senado a través de los pretores. Claudio establece que éste último habrá de ser vigilado por antiguos cuestores elegidos por el emperador, es decir en última estancia se encontrará también bajo su poder A partir de este momento, y hasta 50 años después, fiscus y Aerarium no se diferenciarán. Este nuevo aporte de dinero permitiría a Claudio realizar gran cantidad de obras públicas, como por ejemplo la construcción de dos nuevos acueductos -el Aqua Claudia y el Aqua Nova-, para mejorar las condiciones higiénicas; unos horrea o almacenes de grano; la desecación del lago Fucino, que permitiría ampliar las tierras cultivables; el Porticus Minucia frumentaria, dónde la plebe recogía su asignación de trigo gratis; o la construcción de un nuevo puerto para Roma, el Portus Augusti
En cuanto a la política religiosa, regresó a los principios de Augusto, obviando la implantada por su sobrino Calígula. Sin embargo, debido a la tradición helenística, Claudio no pudo evitar ser adorado como dios en vida en Oriente, así como en la colonia de Camoludunum (actual Colchester), en la recién creada provincia de Britania. En lo demás, regresó al culto tradicional, demostrando mucho interés por prácticas arcaicas, de ahí el retorno de la aruspicina o adivinación etrusca, y la celebración de ceremonias como el augurium salutis, celebrada rara vez para pedir a los dioses por la salud del pueblo romano. Este refuerzo de la religión tradicional se debe quizás al peligro que suponían para ella las religiones orientales, en pleno auge, lo que explicaría las expulsión de judíos y astrólogos en el año 52. Así mismo, reformó el calendario, eliminando varias fiestas, y prohibió el culto druídico en la Galia.
Política exterior.
Su política exterior se reduce a la conquista de parte de la isla de Britania. Parece que su intención era culminar los intentos anteriores de Julio César y Calígula, o bien reafirmar su posición como emperador con un gran triunfo militar que le colocara a la altura de su padre Druso el Mayor y su hermano Germánico, que constituiría además la primera conquista desde época de Augusto. Claudio sería recompensado por el Senado con la concesión del triunfo, el título de Britannicus y dos arcos triunfales. Sin embargo, la importancia dada a Britania hizo descuidar Oriente, donde se produjeron varias revueltas contra el poder romano.
Últimos escándalos y muerte.
Dejando a parte los mitos que aún hoy envuelven la figura de la tercera esposa de Claudio, lo cierto es que Valeria Mesalina, al menos treinta y cinco años más joven que su marido, llegó al poder a una edad muy temprana -tendría alrededor de veinte años en el momento de su muerte- y se vio corrompida sin duda por él. Actualmente se baraja la posibilidad de que fuese manipulada por los libertos imperiales en la toma de decisiones debido a su influencia sobre Claudio, y se justifican algunas de sus acciones como un intento de asegurar la sucesión al Imperio para su hijo Británico. Su final se produciría en el año 48, momento en que Mesalina contrajo matrimonio con Cayo Silio, cónsul de ese año, en una ceremonia pública, mientras Claudio todavía se encontraba en Ostia. Las fuentes discrepan sobre si se divorció en primer lugar del emperador o fue un caso de bigamia. Al parecer, la intención de Silio era usurpar el poder de Claudio mediante el matrimonio con su esposa, para lo que convenció a Mesalina de que Claudio estaba condenado y su unión era la única forma de retener su cargo de emperatriz y proteger a sus hijos, a los que Silio incluso se ofreció a adoptar. La conspiración acabaría con la ejecución de Silio, Mesalina y la mayoría de sus partidarios. Claudio, sin embargo, no tardaría en volver a casarse. Las fuentes antiguas cuentan que los libertos presentaron al emperador tres posibles candidatas: Lolia Paulina, antigua esposa de Calígula; Elia Petina, segunda mujer de Claudio; y Agripina la Menor, su propia sobrina, quién acabaría siendo la elegida, obligando al Senado a emitir un decreto que autorizara las bodas entre tío y sobrina. Esta nueva boda parece ser que se debió a razones políticas. El intento de golpe de Estado de Silio hizo a Claudio darse cuenta de su debilidad como miembro de la familia Claudia pero no de la Julia, y de la necesidad de contar con el apoyo de Agripina, ya la última descendiente directa de Augusto, para evitar nuevas conspiraciones, que además podían surgir entre sus partidarios. Otros autores por su parte defienden que el matrimonio pudo haber sido impuesto por el Senado como un intento de reconciliar a las ramas Julia y Claudia, en lucha desde época de Tiberio. La boda con su sobrina Agripina, hija de su hermano Germánico, supondría la adopción por parte de Claudio del hijo de ésta, Lucio Domincio Ahenobarbo, con el nombre de Nerón Claudio César, en detrimento de su propio hijo Británico. Ambos serían nombrados herederos conjuntos por Claudio, sin embargo, a su muerte, el 13 de octubre de 54 -ya fuese envenenado o a causa de su vejez, pues ya tenía más de sesenta años-, la candidatura de Nerón no tardaría en imponerse. Claudio no tardaría en ser divinizado, construyéndose un templo en su honor en la colina Celia.
*Fotografía 1: Carboncillo de un busto de Claudio
*Fotografía 2: Claudio divinizado asimilado a Júpiter
*Fotografía 3: Escultura de Mesalina con su hijo Británico

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